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Allende: donde la carretera divide pero la comida une

Allende: donde la carretera divide pero la comida une

Tamales humeantes, carne con chile y pan de La Fragua. Así se desayuna (y se vive) en Allende.

Pudiera decirse que la carretera divide a Allende en dos: el lado de los comercios y el residencial. En el primero se encuentran dos plazas. La principal, la de la iglesia, es punto de reunión para boleadores y para conductores que pasean por el municipio. En dicha plaza se encuentran dos paleterías La Fuente, negocio que tiene más de 20 años de dar servicio, y la panadería Leal Perales, que es también una tradicional tienda de abarrotes. Hay además cantidad de servicars y servilitros, tiendas de pollo rostizado y un mercado techado, el San Benito, donde se venden chiles secos y especies, hojas para tamal, productos de limpieza, medicamentos, fertilizantes, jardinería, entre otros. El restaurante Las Kazuelas también es un reconocido establecimiento en Allende, aunque está localizado del otro lado de la carretera.

Cerca del Palacio Municipal, en la calle Venustiano Carranza, entre Juárez y Lerdo de Tejada, se encuentra el Capri, que fue inaugurado hace 40 años. Samuel Alanís, hijo del fundador, platica que su padre comenzó con el asado de puerco y guisado de res, y se fue expandiendo en el mismo local donde siempre han estado. Venden carne frita y machacado hecho ahí mismo, pero la gente va sobre todo por los empalmes, que son de asado, carne frita, machacado con huevo, chicharrón, queso en salsa y deshebrada.

Abren todos los días de 7:00 a 20:00, pero reciben más comensales generalmente a la hora del almuerzo y la comida. Su pastel de elote no lleva harina y es de la marca local Snacks & Fruits. Te lo sirven caliente para sacar mejor el sabor, igual que las empanadas de cajeta. Lo puedes acompañar con café de olla o americano. Si quieres seguirle con el postre, La Fragua es una de las panaderías más reconocidas de Allende. Everardo Salazar, hijo de los dueños, asegura que su clientela los fines de semana se compone en un 60 ó 70 por ciento por gente de Monterrey que va a ranchos o quintas. Tienen un par de mesas por si quieres tomarte un café, que es gratis con el consumo de sus productos, y charolas blancas para servirte empanadas de cajeta y calabaza, strudels, margaritas, polvorones, marranitos, rollos de cajeta, galletas y más. Venden pasteles de fiesta y hasta pizza.

El lugar inició en diciembre de 1994, hace 21 años, como panadería y pastelería, y al poco tiempo abrió también un salón para hacer banquetes en eventos sociales. Salazar asegura que lo más vendido es la empanada de calabaza, que “es una receta de mi abuela”, continúa, “se hacen a mano, se cocen en comal de acero. Las calabazas se compran aquí mismo en la región, por lo regular en Villa de Santiago, los Cavazos, Montemorelos, se coce lo que se llama la calabaza en tacha”. La Fragua lleva su nombre por los fogones donde se moldea el fierro. Comenzó con la madre de Everardo, María Antonieta, quien hacía repostería en casa. Un tío de la señora, originario de Montemorelos pero que residía en California, le donó todas sus herramientas antes de cerrar su propia panadería en Estados Unidos.

Así, el señor Salazar se trajo un camión de batidoras, cocedores y demás, aunque “no sabíamos nada de panadería, es la realidad”, platica Everardo, “sabía mi mamá de repostería y pasteles, pero no pan artesanal”. Para llevar a cabo su meta, contrataron a un panadero retirado, quien falleció hace años, mismo que llevó sus recetas tradicionales y que fueron mejoradas con ingredientes de mayor calidad por María Antonieta.
“Nos dijo el panadero ‘No sé leer ni escribir, toda la vida hice pan sin recetas’”, comenta Everardo, a lo que su madre contestó “Usted véngase y aquí vemos cómo le hacemos”. Más de dos décadas después, La Fragua sigue sirviendo a sus clientes en Allende, municipio donde no faltan lugares para comer rico.

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